jueves, 19 de enero de 2012

Viva Cristo Rey y el Reino de este Mundo

La Guerra Cristera fue un movimiento armado que desde 1926 hasta 1929 combatió la política laica del presidente Plutarco Elías Calles y de su sucesor, Emilio Portes Gil, en cuyo mandato se puso fin al conflicto religioso. La denominada “Guerra Cristera”, estalló en agosto de 1926, principalmente en los estados de Jalisco, Nayarit, Guanajuato, Michoacán y Zacatecas. Su origen fueron las medidas adoptadas por el gobierno de Calles, para implementar el artículo 3º constitucional y darle al país una educación laica, gratuita e impartida por el Estado, se buscaba disminuir las perniciosas actividades educativas de la Iglesia, que al ser confesionales impedían una verdadera educación científica y, al mismo tiempo, condenaban al pensamiento mágico a los educandos; políticamente determinaban al alumnado en una posición de ultra-derecha, hay que sumar a todo ello la imposibilidad de una sana discusión de las ideas en las aulas pontificias, el ataque a otras denominaciones religiosas y a toda idea considerada “hereje” por la iglesia romana.
El ejército cristero estuvo compuesto básicamente por peones y aparceros rurales analfabetos y pobres, dirigidos por sacerdotes, quienes, cristianamente, los pastorearon al matadero, puesto que enfrentaron las tropas federales, bien pertrechadas y con gran experiencia, que habían luchado en la revolución.
Génesis del Ejército Cristero

En enero del 1927 la iglesia cerró los templos y acusó al gobierno federal de ello, más aún, hizo correr el rumor que Elías Calles quería quemar la virgen de Guadalupe y poner en su lugar un “Cristo Rojo”, esto se tradujo en un falso referéndum entre los católicos que dictaba, a partir de aquel momento, “no había más remedio que la guerra”. La dialéctica de la violencia se desata por los dos bandos, donde abundan provocaciones cristeras, detenciones de sacerdotes, la llegada del ejército a la zona y la inspección de las armas de los sospechosos. Desde antes de la suspensión del culto la cúpula romana contrabandeaba armas desde los EUA y amenazaba diplomática y teológicamente en lo internacional, lo que acrecentó la oleada antirreligiosa.
Cuando debes defender la patria esperas te den –cuando menos- un arma y entrenamiento militar, pero los combatientes de la Guerra Cristera se dispersaban a pie, liderados por sacerdotes metidos a militares, sin instrucción militar alguna; su única preparación era –eso sí- mística: al amanecer se celebraba la santa misa, que, ayudada por enormes escapularios, protegían de todo mal a los cristeros. Lo malo es que las balas eran ateas e ignoraban toda protección celestial.
Después de las explosiones aisladas de 1926, vino la reanudación lenta y general en la primavera de 1927, que la represión se extendió hasta los años de 1928-29. Sin planes, sin organización, con jefes-sacerdotes ineptos y sin preparación, los cristeros se levantaron, eso sí, con armas nuevas y mucho parque, “obsequios” del vaticano, que, como era de suponerse, se deslindó astutamente de estos grupos.
Sin un uniforme, sin equipo estandarizado, reconocible en los comienzos por su brazalete negro, signo de duelo y luego por su brazalete blanco y rojo, de los colores de Cristo, pasaron de la partida al escuadrón, del escuadrón al regimiento, del regimiento a la brigada, y cuando se llegara a las divisiones de varios millares de hombres, por su limitada capacidad estratégica se circunscribieron a la guerra de guerrilla. La base seguiría siendo siempre la unidad local, el pueblo o los pueblos sostenían los combatientes, a los que se volvían después del combate y la dispersión, para permanecer en ellos hasta la próxima concentración. Esto es porque la cúpula católica no buscaba triunfar en la guerra: querían tratar con el gobierno mexicano desde una posición de fuerza política y retomar –como al final lograron- sus privilegios… los miles de muertos no importaban, ellos ascenderían al cielo de los mártires.
Cuando inicio el movimiento se juntaban en pequeños grupos para ocupar los ayuntamientos de los pueblos y para abrir una que otra de las iglesias, tomadas por el gobierno. Estos combatientes y el pueblo que los sostenía se reclutaban en todos los grupos rurales y urbanos, por debajo de determinada cifra de ingresos. La gente del campo suministraba a la vez los soldados y sus aliados civiles; la gente de las ciudades trabajaba en la organización, en la propaganda y en el aprovisionamiento.
Reclutamiento de los Cristeros
    La propaganda de la iglesia radicalizó aún más la situación: presentaba a los cristeros como a pequeños propietarios que defendían sus tierras y sus principios contra los agraristas (proletarios agrícolas beneficiados por la reforma agraria), “rojos” por supuesto y enemigos de la verdadera religión. En realidad los combatientes cristeros ignoraban estas sutilezas ideológicas, pues eran parte de la gran población rural, ignara y fanatizada: el 60% vivía del trabajo de sus manos. En Jalisco existía, un problema agrario, lo cual explica la presencia de 25 mil agraristas concentrados en los sectores, en los Altos había pequeños propietarios que alcanzaban un cifra del 25%, masivamente cristeros, pero no representaron más que el 10% de los efectivos rebeldes; y en los volcanes de Colima dieron un contingente igualmente numerosos cuando los caracteres étnicos y las estructuras agrarias son muy diferentes.
El reclutamiento de cristeros se hizo indiferentemente en todas partes: indios “comuneros”, despojados, peones y apareceros, siguieron el movimiento en masa, al igual que los marginados y los salitreros.
    Los habitantes de las ciudades, con excepción de algunos obreros todavía próximos al campo, y de algunos estudiantes (entre ellos muchos seminaristas que habían nacido en pueblos) se mantuvieron ausentes de los campos de batalla. Esta ausencia se debe por un aislamiento en la ciudad, no tiene la misma significación negativa que la de los ricos propietarios y comerciantes, fundamentalmente hostiles al movimiento, y que dirigían con frecuencia la oposición local, con ayuda del gobierno.
¿Quiénes conformaban el Ejército Cristero?

Jean Meyer afirma: “aquel que no toma parte en la “bola”, en la trifulca, el hombre muy joven, el encargado de familia, así como los ancianos, la esposa, que reprueba siempre la aventura, que reprocha al marido su afición a la violencia, y que no desempeña ya su función estabilizadora de la historia, comunica al movimiento cristero una amplitud notable, que puede compararse, en la escala nacional, a cierto zapatismo en los primeros años”  .
La religión se reproduce por la madre, los grados de mayor fanatismo son femeninos,  por ello no es de extrañar que en agosto de 1926, eran las mujeres las más decididas “en defender a Cristo Rey” al montar guardia afuera de las iglesias, y en todas partes los hombres se limitaban a desempeñar un papel secundario, no enfrentándose al gobierno y a sus soldados más que para defender a sus mujeres. El centro de la resistencia en Huejuquilla fue María del Carmen Robles, que supo resistir al general Vargas, y cuyo “martirio” le valió una fama de santidad. María Natividad González, llamada la “generala Tiva” era tesorera de la Brigada Quintanar , mientras que doña Petra Cabral, no contenta con dar a sus hijos a la “causa”, aprovisionaba a los cristeros. Aunque en general sus actividades eran de limpieza, economía, propaganda y aprovisionamiento, se vieron algunos grupos femeninos que preparaban explosivos, y enseñaban a los hombres el arte de sabotaje.