martes, 20 de noviembre de 2012


¡LO JURO!
Héctor Alarcón



Nunca tengo un pensamiento para ti,
jamás he necesitado de tu sombra
cuando el desaliento golpea mi pecho
con un puñetazo de cielo oscuro
y en ningún momento de su duro estallar
tu imagen ha resucitado de entre los sueños.
Quizá (por casualidad) he confundido tu voz
con el viento exiliado del otoño,
tus manos con las del tejedor de nubes
y tus ojos con dos portentos sobre el mar,
quizá –reitero— por una casualidad
que se repite sesenta veces cada minuto.

Nunca me acuerdo de ti
¡LO JURO!
Tal vez sólo cuando respiro
tal vez un poco
cuando la luz penetra por mis retinas,
un poco tal vez
cuando la esperanza
esa pequeña homicida
clava su puñal lento
en la masa lapidaria de mi cuerpo
pero ¿escribirte un verso?
Y luego, ¿aceptar que te podría llegar a  querer?
Y entonces, ¿aceptar que cuando te miro
los límites áureos de mi corazón se desbordan
y que por ti dejaría de ser un errante?
¿Quieres que nos devoremos mutuamente
y que dentro de diez años,
en alguna noche turbia,
tu y yo nos descubramos como extraños?
No,
gracias no,
prefiero jurar que ni te conozco
aunque a cada palabra que digo
tropiece con tu nombre.

lunes, 19 de noviembre de 2012

ALGEBRAICA




ALGEBRAICA
¿Cuánto vaticinio, cuanta álgebra cautiva se desploma desde el amanecer?
Tantas tangentes del amar en tan pocos nanosegundos, tanto espacio no mensurado donde mi ceguera  llora: desde su hipotenusa no calculada, la noche, con sus ojos de salamandra, amartilla una hipérbola que impactará sobre mi pecho, a una velocidad tristemente acelerada: agorera perversa, explica que desde hace 20 años todo está perdido y que soy un naufrago con el costillar abierto, con la orfandad en bandolera, dejando huellas abstractas en factorizaciones mal formuladas.
Desde su cateto opuesto la lodosa esperanza profetiza mi último algoritmo.
Héctor Alarcón, enero 2013