Quizá
fue aquella larga sequía de esperanzas la que dejó mis tierras como vientre de
prostituta, quizá un derrumbe de soles que boqueaban de hambre ante una piedra
de sacrificios o quizá el azúcar en mis venas: ese oleaje pútrido que desgasta
mis arterias, lo que me arrojó a tus arenas.
Por
todo ello o porque me cansé de rodar por las varices reventadas de la calle o
porque no encontré ninguna esquina donde quedar varado, fue que aposté las
pocas escamas que me quedaban a inventar para nosotros la verdad: amontonando esqueletos de
elegantes mentiras, pintando sombras que desgastaban mis pies, arrojando
virulentas quimeras al cepo de la iglesia, forjando estacas fluorescentes en mi
fragua de palabras…
Sin
embargo encontraste la forma implacable de desahuciar mi amor, de dejarme sin metáforas,
con el costillar colgando insolentemente y lanzarme –ahogado de tu compasión- a
los suburbios oscuros de la vida.
Héctor Alarcón.