jueves, 16 de agosto de 2018


Quizá fue aquella larga sequía de esperanzas la que dejó mis tierras como vientre de prostituta, quizá un derrumbe de soles que boqueaban de hambre ante una piedra de sacrificios o quizá el azúcar en mis venas: ese oleaje pútrido que desgasta mis arterias, lo que me arrojó a tus arenas.

Por todo ello o porque me cansé de rodar por las varices reventadas de la calle o porque no encontré ninguna esquina donde quedar varado, fue que aposté las pocas escamas que me quedaban a inventar para nosotros la verdad: amontonando esqueletos de elegantes mentiras, pintando sombras que desgastaban mis pies, arrojando virulentas quimeras al cepo de la iglesia, forjando estacas fluorescentes en mi fragua de palabras…
Sin embargo encontraste la forma implacable de desahuciar mi amor, de dejarme sin metáforas, con el costillar colgando insolentemente y lanzarme –ahogado de tu compasión- a los suburbios oscuros de la vida.
Héctor Alarcón. 


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