domingo, 30 de septiembre de 2018

La red virtual –que no es de cristal ni de obsidiana- estrangula, bombardea, masacra la placa fetal del monitor, con los miles lenguajes de un esperanto que se arrastra por todos lados y en ninguno, sin forma ni dirección, a golpes de millones de bytes, de insaciables repeticiones cíclicas, de hambrientos virus de novísima generación infectando el cablerío inconexo de mi CPU. Millones de guiños y destellos, a veces como el bostezo de algún olvidado semidiós, como un sopor en el cerebelo, como una profecía mal escuchada, a veces como una daga girando perezosamente en la aorta, están ahí como si no estuvieran y nos paralizan en un temblor de agua estrangulada, siguen allí, sin voz, marcando el pulso glacial de la corriente heraclitana de electrones y nosotros, hipnotizados, le servimos. 
Héctor Alarcón

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