LA NOCHE ES EL HOMBRE
El
hombre es esta noche, este vacío saturado de lado a lado, que contiene todo en
su indivisa simplicidad: una riqueza de infinitas representaciones, que va de
lo hueco a la nada, pasando por el centro de todas las cosas, ninguna de las
cuales llega precisamente a su espíritu, o (más bien) no están en él como
realmente presentes. Sólo en el espejo de la noche, la interioridad o intimidad
con la Naturaleza se percibe el Yo
personal puro, el YO aún no envirulado por las computadoras, diezmado por el
fanatismo, el que aún no conoce de la lepra en sus neuronas. En torno a los reflejos
fantasmagóricos de la noche surgen bruscamente, aquí, una cabeza ensangrentada;
allá, el esqueleto de un ángel; a lo lejos ciudades sitiadas por demonios
endiabladamente tristes, visiones que escaldan la piel y que, bruscamente
también, desaparecen. Esa es la noche que se advierte al mirar a un hombre a
los ojos: se hunden entonces las miradas en una noche que se vuelve terrible:
es la noche del mundo que se presenta ante nosotros.
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