sábado, 15 de diciembre de 2018



RAP DE LA OSCURA NAVIDAD
En la lineal, irreversible, dolorosamente eterna sinfonía de los mudos, a cada ciclo, entre muertos y empellones, llega la Navidad: el sudor de los esclavos que trabajan en una fábrica de placebos se hace más leve, en el museo de aquelarres y sacrificios, las tinieblas son menos densas, lo constructores de patíbulos brindan con sidra tibia. Felicidad navideña: filosofía metafísica que te lleva de ninguna parte a la nada. Augurio del cordero: donde el chivo expiatorio y el multi-asesino confeso cuelgan de la misma cuerda. Noche de paz: Como el de un vampiro que desata nudos, como el de un cirujano borracho, como el del cadáver de un bailarín. Silencio de la eucaristía en lo alto de la media noche: el parto de cien cocodrilos. Silencio tras la guerra santa, con sus cruces ensangrentadas por los restos de los herejes. Silencio a gritos de villancicos hipócritas, anatemas televisivos vomitando perdones de chocolate, Templos a reventar de culpas, pavos mechados de cientos de mediocridades por la familia, soledades doblemente sangrantes. Imprecaciones son lo que te puedo dar en estas fechas, en que se celebra el nacimiento de ese eunuco dios llamado Dionisio.

Héctor Alarcón

domingo, 30 de septiembre de 2018

La red virtual –que no es de cristal ni de obsidiana- estrangula, bombardea, masacra la placa fetal del monitor, con los miles lenguajes de un esperanto que se arrastra por todos lados y en ninguno, sin forma ni dirección, a golpes de millones de bytes, de insaciables repeticiones cíclicas, de hambrientos virus de novísima generación infectando el cablerío inconexo de mi CPU. Millones de guiños y destellos, a veces como el bostezo de algún olvidado semidiós, como un sopor en el cerebelo, como una profecía mal escuchada, a veces como una daga girando perezosamente en la aorta, están ahí como si no estuvieran y nos paralizan en un temblor de agua estrangulada, siguen allí, sin voz, marcando el pulso glacial de la corriente heraclitana de electrones y nosotros, hipnotizados, le servimos. 
Héctor Alarcón

jueves, 16 de agosto de 2018


Quizá fue aquella larga sequía de esperanzas la que dejó mis tierras como vientre de prostituta, quizá un derrumbe de soles que boqueaban de hambre ante una piedra de sacrificios o quizá el azúcar en mis venas: ese oleaje pútrido que desgasta mis arterias, lo que me arrojó a tus arenas.

Por todo ello o porque me cansé de rodar por las varices reventadas de la calle o porque no encontré ninguna esquina donde quedar varado, fue que aposté las pocas escamas que me quedaban a inventar para nosotros la verdad: amontonando esqueletos de elegantes mentiras, pintando sombras que desgastaban mis pies, arrojando virulentas quimeras al cepo de la iglesia, forjando estacas fluorescentes en mi fragua de palabras…
Sin embargo encontraste la forma implacable de desahuciar mi amor, de dejarme sin metáforas, con el costillar colgando insolentemente y lanzarme –ahogado de tu compasión- a los suburbios oscuros de la vida.
Héctor Alarcón.